23 de noviembre de 2007

El ultimo intento

Cuantas veces había pasado por el mismo pasillo , pero no logre notar esta vez, que algo había cambiado. Las cuadros en las paredes ya no estaban , pero estaba tan acostumbrado a la cotidianeidad que seguí caminando sin darme cuenta. Doble a la izquierda , igual que siempre, exhalando un suspiro , siempre caminando . Que curioso como nuestros pies nos siguen a todas partes. Una vez soñe que iba caminando pero mis pies no me seguían , eran los pies de otra persona, que me guiaban a lugares a los que nunca habría querido llegar... pero bueno esa es otra historia. Cuando iba llegando al final del pasillo un frío entumecedor me envolvió por completo y de mi boca un vaho vagabundo se escapo desde lo más profundo de mis entrañas. Un vaho solitario como jamas vi uno y jamas volví a ver, creo que ni todo el frío del ártico ni el esquimal mas desolado jamas habrían podido soltar un vaho como aquel. Fue el grito de la desolación , del vacío . Luego me di cuenta de los cuadros, ya no estaban, el arte de aquel pasillo estaba perdido , robado , olvidado por quienes pasaban por alli todos los dias y no se fijaban en lo hermoso que podía ser mirar por esas ventanas de ilusíon, creadas por quien sabe quien de quien sabe donde, pero que con solo mirarlas te podias imaginar que afuera , solo cruzando el umbral , todo lo que se pintaba podia ser realidad. Ahora se habian ido , jamas sentí tanto frio, jamas volvi andar por ese pasillo . Que triste es el vacío que deja el ultimo suspiro de la ultima expresión ...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

despues de la tormenta siempre sale el soooooooooool
:O
Fue el grito de la desolación , del vacío.

eso me dio miedo

fofiiiiii sube la historia de la bicicleta :D AJAJAJAAJJAJA
noo :B es dmaciado fomo, algun día eskribiré algo y tendrás ke publicarlo

Anónimo dijo...

donde estas ?!!!

Anónimo dijo...

muuu

El gato en la ventana

Uno de los gatos que vivió conmigo por algunos días se tiró por una ventana. Tuve que bajar a buscarlo y llevarlo de nuevo a la casa. Y unos días después me di cuenta de lo que pasaba. El gato, estaba parado en la misma ventana desde la que se tiró el otro día y miraba fijamente al organillero que se ponia cada tarde con su loro a tocar sus melodias a los mecanizados caminantes que por esos sectores circulaban en el día y, de vez en cuando, o sea cuando sentía que era el momento, hacia un movimiento como para lanzarse a disfrutar de la calle, que junto con la musica y los pequeños que se acercaban siempre terminaba convertido en una especie de remolino de jubilo y fascinasión.
Sé lo del organiero porque cuando se asomaba por otras ventanas desde las que no se veía se retiraba al instante. Ojalá no se quede esta vez , como pasa a veces con muchos, sólo mirando para siempre.